DesigualdadRecensión

“Global Inequality. A New Approach for the Age of Globalization” de Branko Milanovic

Aspectos de la distribución de los ingresos explorados recientemente

El aumento de la desigualdad de ingresos ha sido caracterizado, en numerosas investigaciones, como uno de los procesos determinantes de la inestabilidad política, social y económica en nuestras sociedades actuales. Se han enfatizado diversos aspectos de los cambios en la distribución de los ingresos, ocurridos a ritmo vertiginoso desde las últimas décadas del siglo XX. En análisis más frecuente de la distribución de los ingresos es a nivel de país. Estos resultados se organizan luego para estudiar las tendencias de agregados de acuerdo al PBI per-cápita o región geográfica. Con esta estrategia se ha identificado que los países de ingresos medios de América del Sur experimentaron cierta moderación de sus, históricamente elevados, registros de desigualdad distributiva. También ha resultado de utilidad en los reportes que señalaron el incremento de la desigualdad en los países de altos ingresos. Otro nivel de análisis atiende a la distribución global de los ingresos, aludiendo únicamente a las fronteras políticas para calcular los factores que permiten comparar, en términos comunes, las magnitudes de los ingresos de las personas. En este tema, Branko Milanovic ha aportado una reconocida producción de enfoques originales, contribuyendo a instalar el concepto de “desigualdad global” en las investigaciones sociales de los países de altos ingresos.

El punto de partida en torno a la desigualdad global es su elevado y alarmante registro. Las mediciones indican que el Gini global cedió apenas de 72,2 a 67 puntos, entre 1988 y 2011[1]. Analizando esta variación por país y nivel de sus ingresos, se observa que el incremento de la desigualdad en los países de altos ingresos, fue compensado por la disminución de la desigualdad en los países más poblados del mundo, típicamente de ingresos bajos: China entre 1985 y 2000, y desde entonces por la India. Otros países del “Asia resurgente”, como Indonesia, Tailandia y Vietnam, también populosos y con clases medias en ascenso, han colaborado significativamente a la reducción de la desigualdad global. La noticia es alentadora, dejando entrever el crecimiento del PBI per cápita en regiones rezagadas por siglos. Aunque, contabilizando que el nuevo estatus de este enorme contingente se tradujo en una leve disminución de la desigualdad mundial, se descubre una plutocracia global: un grupo minúsculo de personas ultra-ricas, que acaparan proporciones exorbitantes de la riqueza y los ingresos mundiales. Este grupo de 735 personas ultra-ricas retuvo el 6% del PBI del mundo en 2013. Las voces especializadas aseguran que estos datos avalan la prevalencia del denominado “efecto Mateo” (transferencias de pobres a ricos) sobre el “efecto Robin Hood”, de transferencias de ricos a pobres.

El concepto de la desigualdad global es útil para documentar que dos tercios de los ingresos de las personas están determinados por el lugar en donde nacen o viven y su contexto familiar, que transmite herencias de capital físico, financiero y social. Luego adquieren relevancia los factores destacados tradicionalmente por la bibliografía, que son aquellos relacionados con la formación del capital humano, a partir de los logros educativos, el desarrollo de habilidades específicas y la experiencia laboral. Otro punto importante es que una menor desigualdad global conlleva una mayor “equidad horizontal”, es decir, la reducción de la brecha de remuneraciones asociadas a las características personales, como el género, la edad, la etnia, el estatus migratorio. En este aspecto, la disminución de la desigualdad global puede ser asimilado como un objetivo programático en las agendas políticas.

La prolífica serie de publicaciones de Milanovic en el tema, solo o en colaboración, ha brindado obras muy referenciadas, como Worlds Apart: Measuring International and Global Inequality”, de 2005. Una de las causas que quizás expliquen este fenómeno sea su modo de narrar, cercano y eficaz para combinar el uso del “yo” y del “nosotros”, que consigue implicar al lector en la búsqueda de mecanismos consensuados para lograr un mundo más igualitario. Otra de las causas es la capacidad que ha desarrollado el autor para transmitir, de modo cautivante, los procedimientos y las evidencias de las comparaciones, concitando popularidad entre los analistas especializados como de los lectores con otras formaciones.

En “Global Inequality”, Milanovic desarrolla sus hipótesis en cuatro capítulos, situando el nivel del análisis en unidades sucesivamente englobantes en el espacio y el tiempo. En este recorrido se despliega una teoría sobre el desempeño histórico de la economía mundial, comparable con las contribuciones de Marx, Kuznets, y más recientemente, las de Piketty. A lo largo del libro se disponen digresiones ilustrativas, en donde el autor utiliza un tono ameno para exponer cuestiones metodológicas, establecer comparaciones para favorecer la comprensión de las magnitudes referidas en el cuerpo del texto, y mencionar las experiencias históricas en desigualad social. En una acotación cada vez más frecuente en este tipo de bibliografía, el autor previene sobre la relativa confianza que proporciona la medición de la desigualdad global a partir de las encuestas a hogares típicas (que no relevan a los hogares muy pobres ni a los ultra-ricos).

La obra finaliza con un quinto capítulo cedido al pragmatismo, en donde el autor expone el desarrollo anterior ante diez preguntas fundamentales, para obtener conclusiones y proyecciones sobre el panorama futuro. Esta decisión refuerza el interés en la lectura, pues evita tanto las apelaciones inocentes al voluntarismo político, como el abuso de respuestas en estado conjetural.

La desigualdad global en el largo plazo, como cuestión de política interior y exterior

A mediados del siglo XX, Simon Kuznets dejó entrever lo que sucedería en los Treinta Años Dorados del capitalismo (1945-1973): la desigualdad de ingresos sería creciente hasta un cierto umbral de PBI per cápita, a partir del cual comenzaría a disminuir. Efectivamente, durante este período, la desigualdad se estabilizó en niveles relativamente bajos en los países más ricos, en el contexto de sus elevadas tasas de crecimiento económico, industrialización, urbanización, y despliegue de las instituciones de la seguridad social. Aunque la desigualdad fue menor en unos que en otros países, la magnitud de este fenómeno distributivo supuso que la relación en forma de U invertida observada por Kuznets era evidente, y fuera admitida en la academia y en la planificación del desarrollo. Pero a este período de Gran Estabilización (Great Leveling), le sucedió “el turno de la U”: la verificación empírica de la disminución de la desigualdad en los países mencionados del este asiático, y del incremento de la desigualdad en los países ricos.

En el planteo de Milanovic, los períodos de aumento y disminución de la desigualdad serían fases de “ondas o ciclos de Kuznets”. En una mirada de largo plazo, de unos quinientos años, Milanovic distingue que las fluctuaciones de la desigualdad ocurrieron tanto en las épocas de ingresos promedios estancados, como a partir de la Revolución Industrial, cuando comenzó a crecer sostenidamente del ingreso promedio de las economías. La alternancia de distintos comportamientos distributivos ocurre a partir de la actuación de ciertas fuerzas, benignas o malignas, que operan reduciendo la desigualdad. Los interferentes malignos son las guerras (que conllevan la destrucción de activos, y/o el incremento de los impuestos para financiar el aparato militar), las bancarrotas públicas y los colapsos de los Estados, las epidemias y otras calamidades que disminuyen la población[2]. Milanovic prefiere clasificar a las fuerzas malignas como “eventos idiosincráticos” antes que “hechos exógenos”, para resaltar que este tipo de conflictividad social aguda se deriva de una situación económica preexistente. Las fuerzas benignas que reducen la desigualdad resultan de las presiones sociales que pueden canalizarse exitosamente en el terreno político, para alcanzar acuerdos sociales que morigeren el retorno al capital a favor de las remuneraciones al trabajo. Este tipo de fuerzas se activan a partir de la regulación del mercado laboral, de la extensión de un buen nivel educativo entre la fuerza de trabajo y de la seguridad social. Otra fuerza benigna en la que Milanovic confía es el tipo de cambio tecnológico que incrementaría la productividad de los trabajadores poco calificados.

Los ciclos de Kuznets se presentan en diversos estadios, en los países y regiones, de acuerdo a la operación diversa de las fuerzas mencionadas. En la década de 1980, los países de ingresos altos habrían ingresado en la fase ascendente de un nuevo ciclo de Kuznets. Mientras que unos años más tarde, China ingresaba en la fase descendente de su ciclo. Recientemente, la India y los demás países del Asia resurgente se acoplaron al fenómeno chino, otorgándole a la curva de crecimiento de los ingresos globales (reales) por decil entre 1988-2013, un aspecto similar a una S supina. El ingreso per cápita real de los hogares creció a nivel global, aunque este registro se distribuye de modo desparejo entre los distintos grupos de ingresos. Por ejemplo, los ingresos reales de la parte media de la distribución crecieron entre un 60% y 80% durante este período. El grupo de ultra-ricos (el 1% del 1% del 1% más rico del mundo) también vio crecer sus ingresos entorno al 60%. Las clases bajas y medias de los países ricos conforman el grupo de ingresos reales estancados, aunque aún se ubican entre los percentiles 80 y 90 de la distribución del ingreso global (pues los estratos pobres de los países ricos obtienen 12 dólares diarios, mientras que los estratos medios de los países pobres obtienen 5 dólares diarios).

Así se torna interesante ponderar la desigualdad del ingreso por la cantidad de habitantes de cada país. Esto es, Luxemburgo tiene un PBI per cápita muy superior, pero una población ínfima, respecto de China. De modo que cuando se pondera por población, la desigualdad disminuye si mejora (modestamente) el estatus de muchos pobres, en relación al empeoramiento de los ricos. China y la India son dos países con intensas desigualdades regionales internas. Y mientras que su crecimiento disminuye la desigualdad global, se refleja también como un incremento de la desigualdad entre los países pobres, porque ambos países tienen los mayores ingresos dentro de este grupo de PBI per cápita bajo.

Se llega a un punto de cruce, entre la desigualdad global y la desigualdad interna en cada país. La distribución de la población mundial, según los PBI per cápita de los países en donde vive, da cuenta que relativamente pocas personas viven en países de ingresos medios. Esto explica que, de acuerdo al ingreso per cápita real de los hogares, la clase media global aún sea relativamente pobre en términos del estándar de los países ricos.

La agenda sobre el futuro de la desigualdad del ingreso y la globalización

El transcurso de las últimas tres décadas pareciera haber ubicado en un pasado lejano al mundo de fronteras cerradas por los acuerdos de Bretton Woods, la Guerra Fría y la división en términos del desarrollo. A esta representación nueva del mundo, contribuyeron los esfuerzos por construir metodologías y mediciones confiables, que dieran condiciones de posibilidad a la elaboración científica de conceptos como la desigualdad global. La difusión actual de los estudios en esta materia, como el aporte de Milanovic, que aprovechan la capacidad tecnológica de generar y procesar grandes cantidades de información, nos invitan a revisar las teorías de las ciencias sociales sobre el funcionamiento del capitalismo, y renuevan las especulaciones sobre el futuro de las relaciones de fuerzas políticas y económicas a nivel mundial.

Si la desigualdad global es tan elevada como moralmente cuestionable, ¿qué se puede hacer? En este terreno, el autor se muestra prevenido sobre la polémica en torno a sus opiniones:

Un mundo globalizado, con libertad de circulación de bienes y servicios, recibirá presiones crecientes de una mayor libertad migratoria de la fuerza de trabajo. (La residencia digital que ofrece Estonia a todos aquellos que estén interesados en establecer empresas online, es quizás un avance concreto cuyas condiciones puedan expandirse para aliviar estas presiones).

Para renovar la marcha de las fuerzas benignas que reducen la desigualdad global, se deberían acoplar fases decrecientes de la onda de Kuznets de los países más pobres y poblados. Esto solo puede lograrse si estos países crecen. En el contexto actual, la solución pragmática consiste en transferirles ciertas porciones de riqueza que detentan los ultra-ricos. Pero aún no existe una masa crítica de voluntades para emprender este camino.

La globalización tendría consecuencias distributivas opuestas, entre los niveles nacional y global. En el mundo actual, las movilizaciones políticas presionarán para disminuir la desigualdad a nivel nacional, antes que la global. Porque las personas ponderan antes el nivel adquisitivo de sus ingresos en términos absolutos o en relación a los de su país, que su posición en relación al resto del mundo.

Finalmente, la tendencia de la distribución del poder conduciría a una imagen similar a aquella del mundo antiguo, con dos polos de pujante desarrollo en el este y oeste del hemisferio norte. ¿Existe necesariamente un traslado de riqueza entre ambos centros de poder, que desaten fuerzas malignas? La pérdida de poder adquisitivo de las clases bajas y medias de los países ricos conducirá a la inestabilidad social, a menos que se enfatice el desarrollo de las tecnologías que incrementen la remuneración de los menos favorecidos, y se reduzca la desigualdad en la riqueza privada y educación, para lograr una distribución más equitativa de los ingresos de mercado (antes de impuestos y transferencias).

 

“Global Inequality. A New Approach for the Age of Globalization” fue publicado por The Belknap Press of Havard University Press. Para mayor información consulte aquí http://www.hup.harvard.edu/catalog.php?isbn=9780674737136

 

Notas

Agradezco a Hugo Ferrari, quien en una comunicación personal sobre la biografía de Juan Bautista Vairoletto, me hizo recordar los debates académicos sobre los modelos distributivos de San Mateo y Robin Hood. Para mayor conocimiento sobre esto, recomiendo la lectura del artículo “Robin Hood, St Matthew, or simple egalitarianism?: Strategies of equality in welfare states”, de Korpi Walter y Joakim Palme (pp. 153-179) en “A Handbook of Comparative Social Policy.” (2004), editado por P. Kennet. Cheltenham: Edward Elgar.

Agradezco a Aquiles Villamil por compartirme sus comentarios sobre temas distributivos y sus útiles correcciones de estilo al texto.

[1] El índice de Gini varía entre 0 y 100, en términos porcentuales. En la actualidad, el Gini no supera los 65 puntos aún en los países donde el ingreso se distribuye de manera extremadamente desigual.

[2] Aquí, los ciclos previstos por Malthus son subsumidos como un caso particular de los ciclos de Kuznets.