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Economía y pobreza durante la pos-convertibilidad: un análisis de las controversias presentes

La pobreza por ingresos en nuestro país se comenzó a estimar sistemáticamente desde el año 1993 para el total urbano del país, aunque para el aglomerado metropolitano (AMBA) hay mediciones continuas desde 1988 e inclusive existen algunos estudios no oficiales realizados por prestigiosos pioneros en el estudio de la pobreza. La razón para medir, o estimar, la cantidad de hogares y personas pobres que hay en una sociedad es el poder establecer si las condiciones de vida de la población han mejorado o empeorado durante un determinado periodo de tiempo. Por supuesto que la insuficiencia de ingresos monetarios no es el único, ni tal vez el mejor indicador de “condiciones de vida”. Se pueden considerar el indicador de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) que se releva de la información censal y permite clasificar a los hogares como pobres o no podres según varios criterios de vivienda inadecuada y de nivel educativo del jefe de hogar. También se puede prestar atención a indicadores de educación o salud como el Índice de Desarrollo Humano que pretende capturar dimensiones “no monetarias” del bienestar. O se puede considerar la desigualdad en la distribución del bienestar y entender a la pobreza como un caso extremo e inaceptable de desigualdad social. Pero más allá de las limitaciones o ventajas que cada indicador pueda tener, todos los gobiernos tienen una línea oficial de pobreza a partir de la cual se puedan valorar los resultados de las políticas de gobierno en las condiciones de vida de la población.

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