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Jóvenes y mercado de trabajo: los dilemas del primer empleo en América Latina y Europa

El paradigma del pleno empleo formal como norma de funcionamiento de los mercados laborales se encuentra en retroceso hace varias décadas. Esta situación se acrecienta en épocas de crisis, afectando con más intensidad a determinados grupos poblacionales. Es así como en el actual contexto internacional las dificultades que enfrentan los mercados laborales se magnifican al analizar la situación de los jóvenes que recién se incorporan al mundo del trabajo. Lejos de ser una temática local, la discusión sobre cómo lograr una inserción laboral plena de los jóvenes se instala como una prioridad a escala global.

Sin embargo, la problemática se refleja de diferentes maneras en los países de altos ingresos y en aquellos que se encuentran en desarrollo. Por un lado, en varios países europeos afectados por la crisis económica se ha registrado un importante incremento de la desocupación juvenil en los últimos años. Son jóvenes de clase media que finalizan sus estudios y no consiguen empleo en el actual contexto económico imperante en el viejo continente. Del otro lado del océano en América Latina, la problemática se enmarca en el tipo de empleo al que acceden los jóvenes en un entorno donde la vulnerabilidad social, los déficits educativos y la inserción laboral precaria y mal remunerada son moneda corriente.

Si bien los escenarios son diametralmente diferentes y sus realidades económicas y sociales son dispares, ambas experiencias dan cuenta de las dificultades que están registrando los mercados laborales para incorporar a las nuevas generaciones.

Europa: desempleo en un contexto de crisis

Los países desarrollados han registrado diferentes dinámicas post-crisis de 2008. Mientras algunas naciones afectadas se recuperaron más rápidamente, otras han entrado en un período de relativo estancamiento. A nivel agregado, se observa una retracción en los niveles de empleo en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)[1] durante la última década.

Según estadísticas oficiales de la OCDE, la tasa de desocupación de los jóvenes entre 15 y 24 años en los países miembros de la organización era del 12,1% en 2007 antes de la crisis, mientras que en 2014 ascendía hasta el 14,2%. Para el total de la población el aumento fue del 5,7% al 7,6% durante el mismo período. Si se consideran los países más perjudicados por la crisis como España y Grecia, la desocupación juvenil afectaba a uno de cada dos jóvenes en 2014 (54,2% en España y 56,6% en Grecia).

Por otro lado, el porcentaje de jóvenes entre 15 y 29 años que no estudiaban ni trabajaban también se ha incrementado en los países de la OCDE, del 13,8% en 2007 al 16,1% en 2012. Es decir, en cinco años los niveles de “ni-ni”, como se suele denominar a este grupo poblacional, aumentaron en 2,3 puntos porcentuales. Esta diferencia se amplía si se consideran los países en donde la crisis repercutió de manera más pronunciada.

Ahora bien, es importante distinguir a los jóvenes que no estudian ni trabajan, pero buscan empleo –desocupados­–, de aquellos que directamente no lo buscan –inactivos–. En 2007, entre los jóvenes que no estudiaban ni trabajaban un 4,5% se definía como desocupado y un 9,3% como inactivo. Cinco años después en 2012 los niveles de inactividad se mantenían constantes, mientras que la desocupación había aumentado hasta el 6,8%. Es decir, que el incremento de jóvenes que no estudian ni trabajan se debió al aumento de la desocupación principalmente.

En relación a la educación, en 2012 del total de jóvenes que no estudiaba ni trabajaba en promedio en los países de la OCDE el 85% tenía niveles educativos bajos o medios (hasta secundario completo), mientras el 15% restante correspondía a jóvenes con estudios terciarios o universitarios. En cuanto a la diferenciación según género, en el año 2012 se registraban niveles más elevados en las mujeres. Mientras un 14,2% de los hombres no trabajaba ni estudiaba, en las mujeres ascendía al 18,8%. Esta diferencia se explica en gran medida por los valores registrados para Chile, México y Turquía, los tres países de menor desarrollo de la OCDE, en donde las diferencias por género eran considerables. El resto de los países registraban tasas considerablemente menores.

En conclusión, los países desarrollados a nivel agregado han registrado una retracción de las principales variables laborales producto de la caída de la actividad económica durante el período. Esta situación ha afectado fuertemente a los jóvenes que se incorporan al mercado laboral. La problemática se asocia a jóvenes que por lo general han finalizado sus estudios secundarios–sólo el 23,5% de la población de los países de la OCDE no los había finalizado en 2013–, pero que la situación económica de sus respectivos países dificulta su ingreso al mercado laboral.

Los jóvenes en América Latina: precariedad laboral en un contexto de crecimiento

En contraposición al caso europeo, América Latina ha registrado un importante crecimiento económico en la última década de la mano del incremento del precio de los commodities en el mercado mundial. Esta coyuntura favorable mejoró sustancialmente la situación en los mercados laborales regionales: disminuyó la tasa de desempleo, se incrementaron los salarios reales y los niveles de registración. Los números hablan por sí solos: la tasa de desocupación promedio de la región disminuyó del 11,2% en 2002 a 6,2% en 2013. Sin embargo, los problemas estructurales, como los elevados índices de informalidad y precariedad laboral, siguen vigentes en la actualidad.

En cuanto al caso particular de los jóvenes, se han registrado también mejoras en la última década. Si bien la tasa de registración de los jóvenes sigue siendo considerablemente mayor que la media, las mejoras se observan a simple vista. En 2002 el 19,8% de los jóvenes entre 15 y 24 años de la región estaba desempleado, niveles que disminuían al 14,7% en 2013. Si se realiza una distinción del desempleo joven según género, la tasa de desocupación de las mujeres alcanzaba el 17,3% mientras que la de los hombres era del 12,9%. Estos números señalan las mayores dificultades de las mujeres jóvenes para conseguir un empleo.

Paralelamente, el porcentaje promedio en los países de la región de jóvenes que no estudiaban ni trabajaban era del 22,5% en 2007[2]. Es decir, jóvenes que no concurrían a un establecimiento educativo –ya sea primario, secundario o terciario– y no trabajaban  –por encontrarse desocupados o inactivos–. Este grupo poblacional es heterogéneo, conformado por jóvenes de diferentes realidades. El desempleo, la inactividad por desincentivo o por la realización de actividades no remuneradas dentro del hogar, como el cuidado de miembros de la familia, son las causas más frecuentes para explicar este fenómeno. Sin embargo, existen algunas constantes a la hora de analizar a este grupo poblacional.

En primer lugar, la presencia de jóvenes que no estudian ni trabajan se da con mayor frecuencia en jóvenes con déficits educativos. Por ejemplo, en 2007 del total de jóvenes entre 15 y 29 años con primario incompleto, el 49,6% no trabajaba ni estudiaba en América Latina. Este grupo se reducía al 32,2% de aquellos con primario completo y al 19,9% con estudios secundarios concluidos. Finalmente, con estudios universitarios completos se ubicaba en el 15,8%. En este sentido, la elevada deserción escolar en la región guarda estrecha relación con esta problemática. Según datos de la CEPAL, en 2007 el 53,7% del total de los jóvenes entre 18 y 29 años de edad en América Latina no habían finalizado sus estudios secundarios.

Otra diferenciación importante en cuanto a la composición de los jóvenes que no estudian ni trabajan se registra al realizar una distinción por género. Mientras sólo el 5,6% de los hombres no estudiaba ni trabajaba, este número ascendía al 27,9% de las mujeres. Esta situación está comúnmente asociada al trabajo no remunerado dentro del hogar, como el cuidado de los hijos, tarea realizada mayoritariamente por mujeres. Por otro lado, el nivel socioeconómico constituía otro factor de relevancia para analizar a la población joven que no estudia ni trabaja. En el primer quintil –el 20% de los jóvenes con menores ingresos en su hogar– ascendía al 26,9%, número que disminuía al 7,9% en el quinto quintil –el 20% con mayores ingresos en el hogar–.

Hay dos particularidades a mencionar que caracterizan a los jóvenes en América Latina frente al de los países desarrollados. La primera de ellas es la persistencia de elevados niveles de informalidad laboral, que si bien han disminuido en la última década, aún siguen afectando a un importante porcentaje de los trabajadores de la región. En los trabajadores jóvenes, la incidencia de la informalidad se incrementa significativamente. En 2007 el promedio de informalidad laboral de los jóvenes entre 18 y 25 años era del 61,8%. La segunda característica se refiere a los elevados niveles de inactividad de los jóvenes en la región, situación que se ha acrecentado en los últimos años según un reciente informe publicado por la OIT y la CEPAL[3].

En conclusión, si bien el crecimiento económico registrado en la última década en América Latina ha ayudado a disminuir los niveles de desocupación, todavía persisten factores estructurales que afectan a los jóvenes, como la informalidad laboral, la deserción escolar y la incidencia de la inactividad laboral.

Conclusiones

La inserción laboral de los jóvenes es una problemática que afecta en la actualidad tanto a los países de altos ingresos como a las economías en desarrollo. Sin embargo, las características particulares que toman en cada uno de ellos son diferentes. Mientras en los países europeos la problemática es el desempleo en un contexto de estancamiento económico, en América Latina la disyuntiva se observa con la persistencia de altos niveles de informalidad y precariedad laboral, a pesar del crecimiento económico registrado en la última década.

En este sentido, el grupo poblacional que no estudia ni trabaja en los países desarrollados –principalmente en  Europa– se explica fundamentalmente por jóvenes desocupados, que han finalizado sus estudios y estarían dispuestos a incorporarse al mercado laboral de encontrar empleo. Contrariamente, en América Latina se asocia fuertemente a factores estructurales, como a la falta de capacitación y credenciales educativas, a la realización de tareas domésticas no remuneradas dentro del hogar y a la inactividad por desaliento, debido a los bajos salarios y condiciones de precariedad a la que se encuentra restringida la demanda laboral para los jóvenes vulnerables de la región.

En Europa la presencia de seguros de desempleo, mayores ingresos económicos y jóvenes con credenciales educativas más elevadas, lleva a que muchas veces al no encontrar trabajo el joven se declare como desocupado. En América Latina los seguros de desempleo no se encuentran extendidos, motivo por el cual el trabajo informal se constituye como la única fuente de ingreso disponible en muchas circunstancias.

Si bien se han registrado mejoras en América Latina en la última década, el futuro es incierto. La reciente caída del precio de los commodities está afectando el crecimiento de las economías de la región, y si bien todavía los niveles de ocupación son elevados, ya no poseen el dinamismo que supo registrar en el primer decenio del siglo. Esta situación abre el interrogante sobre posibles intervenciones por parte del Estado para dar solución a esta problemática. En los últimos años se han desarrollado en la región programas que se dirigen tanto a la oferta de trabajo como hacia la demanda. En este aspecto, trabajar en la disminución de la informalidad laboral y ampliar los mecanismos de protección social para los sectores no registrados parecen medidas ineludibles a tratar en el corto plazo.

[1] La OCDE es una organización que nuclea a 34 países de alto grado de desarrollo, PIB per capita y estándar de vida elevados. Lo conforman la mayoría de los países europeos, Japón, Australia, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Estados Unidos e Israel. En los últimos años se han incorporado tres países de desarrollo medio: Chile, México y Turquía.

[2] Los datos de jóvenes que no estudian ni trabajan en América Latina fueron obtenidos de la base de datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo dependiente de las Naciones Unidas. Son datos que corresponden al promedio de cada país de la región para el año 2007 o el año más cercano al 2007 para los países que no tenían actualizados los datos de esta variable.

[3] Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe (CEPAL y OIT. Ver: http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/documents/publication/wcms_368174.pdf

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